El cierre del gobierno federal de Estados Unidos entró
en vigor esta medianoche, suspendiendo todas las operaciones a excepción
de las esenciales y empañando el primer aniversario de la toma de
posesión del presidente Donald Trump.
Las negociaciones de último minuto fracasaron cuando los
senadores demócratas bloquearon una extensión de cuatro semanas en una
votación a última hora, causando el cuarto cierre del gobierno en 25
años.
La votación del Senado era previsible y, dado que
comienzo de las medidas excepcionales coinciden con el inicio del fin de
semana, muchos de sus efectos inmediatos pasarán desapercibidos para la mayoría de los estadounidenses.
Sin embargo,
su entrada en vigor no está exenta de vergüenza para el presidente ni
de riesgos políticos para ambos partidos, que apuestan porque los
votantes castiguen al otro en la cita con las urnas de noviembre.
La
Seguridad Social y la mayor parte de los programas de bienestar social
no se verán afectados por la paralización de las autoridades federales.
Las funciones críticas del ejecutivo se mantendrán, y los miembros de
los servicios uniformados, inspectores sanitarios y agentes de la ley
trabajarán sin sueldo. Pero si no se alcanza un acuerdo antes del lunes, cientos de miles de empleados federales quedarán temporalmente sin trabajo.
Tras
horas de reuniones a puerta cerrada y llamadas telefónicas, el Senado
votó a última hora de la noche el plan aprobado previamente por la
Cámara de Representantes. Se emitieron 50 votos a favor y 48 en contra, pero se necesitaban 60 para romper el bloqueo de los demócratas.
Un puñado de demócratas cambiaron el sentido de su voto y respaldaron
la medida en lugar de asumir un posible costo político, mientras que
cuatro republicanos votaron en contra.
Incluso antes de la votación, Trump se mostró pesimista sobre el resultado y tuiteó: "No tiene buena pinta". El dirigente echó la culpa de la situación a los demócratas, quienes según dijo querían que el cierre "ayudase a reducir el éxito" de la reforma fiscal que él y los republicanos sacaron adelante el mes pasado. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, calificó más tarde a los demócratas de "perdedores obstruccionistas".
Los
demócratas rechazaron la ley de gasto en un esfuerzo por presionar a la
Casa Blanca para lograr un acuerdo que proteja a los inmigrantes
"dreamers", que llegaron al país de forma ilegal cuando eran niños y
no tienen los papeles en regla, antes de que el programa que los ampara
ahora expire en marzo.
El presidente siguió los resultados de
la votación desde su residencia en la Casa Blanca, hablando con sus
aliados y reafirmando su idea de que se culpará a los demócratas por el cierre.
Como era de esperar, ambos partidos se apresuraron para culparse mutuamente de la situación.
Los demócratas echaron la culpa a los republicanos, que controlan las
dos cámaras del Congreso y la Casa Blanca y han tenido problemas para
lograr un consenso interno.
Los republicanos, por su parte,
declararon que la responsabilidad recae en los demócratas tras negarse a
proporcionar los votos necesarios para superar el bloqueo en el Senado
por su deseo de forzar la aprobación de una ley para proteger a unos
700.000 jóvenes inmigrantes de la deportación.